Los minerales pueden formarse por cristalización a partir de fluidos o por transformaciones en estado solido. El primer caso incluye: a) enfriamiento de materiales fundidos de origen magmático (olivino, piroxenos, feldespatos...); b) evaporación a partir de una disolución acuosa (halita, yeso); o c) por sublimación de vapores (azufre). En el segundo caso, las transformaciones se producen por cambios en las condiciones ambientales, básicamente presión (P) y temperatura (T).
La importancia del estudio de los minerales radica en el hecho de que, además del valor económico que puedan tener (piedras preciosas, menas,etc.), constituyen un criterio de clasificación de las rocas y, sobre todo, porque proporcionan información sobre las condiciones en las que los minerales, y las rocas que los contienen, se han formado. Así, por ejemplo, a partir del estudio de minerales formados en zonas profundas podemos deducir las condiciones físico-químicas que imperan en estas zonas, inaccesibles a la observación directa. Por otro lado, el estudio de minerales formados en condiciones superficiales nos puede ayudar a determinar las condiciones que predominaron en la superficie de la Tierra en epocas pasadas. Podemos, por ejemplo, deducir la composición del agua de mares antiguos, a partir de los minerales que se formaron por espiración de estas aguas, o deducir variaciones paleoclimáticas a partir de minerales que se formaron por alteración de rocas superficales.
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